El hombre máquina, El hombre planta
Autor: Julien Offray de La Mettrie
Editorial: El Cuenco de Plata
ISBN: 9789873743108
Reseña
Dado que todas las facultades del alma dependen de la organización misma del cerebro y de todo el cuerpo, a tal punto que no son evidentemente otra cosa sino esta organización misma, ¡he aquí una máquina bien iluminada! Pues aun cuando sólo el hombre hubiera recibido en herencia la ley natural, ¿sería menos, por eso, una máquina? […] Puesto que el pensamiento se desarrolla evidentemente con los órganos, ¿por qué la materia de la cual éstos están hechos no podría ser capaz de experimentar remordimientos, siendo que puede adquirir, con el tiempo, la facultad misma de sentir? El alma no es, por consiguiente, más que una palabra vana, de la que no se tiene idea alguna y de la que una mente sólida no debe servirse más que para nombrar aquella parte que en nosotros piensa. Una vez establecido el principio mínimo de movimiento, los cuerpos animados tienen todo cuanto les hace falta para moverse, sentir, pensar, arrepentirse y, en una palabra, para guiarse en lo físico y en lo moral.
Julien Offray de La Mettrie (Caen, 25 de diciembre de 1709 – Potsdam, 11 de noviembre de 1751) fue un médico y filósofo francés, uno de los primeros escritores materialistas de la Ilustración. Después de estudiar teología en las escuelas jansenistas durante algunos años, súbitamente decidió adoptar la profesión de la medicina. En 1733 fue a Leiden para cursar estudios bajo la tutela de Boerhaave, y en 1742 regresó a París, donde obtuvo el empleo de cirujano militar. Durante una fiebre hizo observaciones sobre sí mismo sobre la acción del pulso acelerado en el pensamiento, lo que le llevó a concluir que los fenómenos físicos eran los mismos cambios orgánicos en el cerebro y en el sistema nervioso. Esta conclusión la trabajó en uno de sus primeros escritos filosóficos, la “Historia natural del alma” (1745). Tal impacto tuvo su publicación que La Mettrie tuvo que refugiarse en Leiden, donde desarrolló sus teorías con gran originalidad y de la manera más completa y atrevida, en sus obras “El Hombre Máquina” y “El Hombre Planta”, tratados consistentemente materialistas. La ética de estos principios fue trabajada en sus obras el “Discurso sobre la felicidad” y “El arte de gozar o la escuela de la voluptuosidad”, donde propone que el final de la vida se encuentra en los placeres de los sentidos, y que la virtud puede reducirse a amor propio. El ateísmo es la única manera de asegurar la felicidad del mundo, que ha sido hecha imposible por las guerras de los teólogos, bajo la excusa de un «alma» inexistente. Cuando la muerte llega, la “farsa se acaba” (la farce est jouée), así que tomemos el placer mientras podamos. Tan fuerte fue la reacción contra La Mettrie y su pensamiento que éste se vio obligado a salir de los Países Bajos, para radicarse en Berlín, donde Federico el Grande no sólo le permitió continuar su práctica médica, sino que lo tituló lector de la corte. Allí La Mettrie escribió su libro principal “Discurso sobre la felicidad” (1748), que le valió el rechazo de los líderes de la ilustración como Voltaire, Diderot, y D’Holbach.